Un recorrido por la poesía ecuatoriana

 

 Un recorrido por la poesía ecuatoriana

La generación decapitada fue el nombre que recibió un grupo de poetas considerados los padres del movimiento modernista ecuatoriano. Si había algo que les unía eran las letras, la melancolía, una tristeza honda y unas ganas de irse pronto, sin que nadie les llamara.

Los hombres que conformaron la generación decapitada fueron los quiteños Humberto Fierro y Arturo Borja; y los guayaquileños Ernesto Noboa y Caamaño y Medardo ngel Silva. Historia Lo que ocurrió en Ecuador durante el tiempo en que la generación decapitada ejercía su obra poética, fueron eventos de gran peso social, cultural y económico.

El nicaragüense, quien fuera considerado el padre del modernismo literario latinoamericano, fue uno de los tizones que encendió la llama de las letras en los corazones de estos cuatro hombres. Era común que estos hombres en sus tertulias recitaran a los famosos " poetas malditos: Víctor Hugo, Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire y Paul Verlaine. Esta intensa mezcla causaba fosos letrados profundos en los que las letras emergían una tras otra, dando origen a su poesía.

Medardo Ángel Silva

                                                  

Medardo Ángel Silva nació en Guayaquil el 8 de junio de 1898, descendiente de una familia de músicos, su padre fue el pianista y afinador de pianos, don Enrique Silva, y su madre fue doña Mariana Rodas Moreira. Estudió la primaria en Filantrópica y comenzó la secundaria a los 11 años en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte. Vivió en casa de sus padres con Ángela Carrión Vallejo, con quien tuvo su única hija, María Mercedes Cleofé Silva Carrión. Por distintas circunstancias abandona sus estudios y comienza a trabajar en imprentas, también como profesor de secundaria.

La trágica muerte del poeta, sin embargo, se produjo el 10 de junio de 1919, dos días después de cumplir 21 años. En el parque San Agustín, cerca del lugar de su muerte, se encuentra el monumento en su memoria. Ese fatídico día, por la tarde, se vistió con traje negro, zapatos de charol, bastón y corbata de seda negra y fue a casa de Rosa. casa, Amada Villegas.

Ernesto Noboa y Caamaño

Ernesto Noboa y Caamaño nació en Guayaquil el 11 de agosto de 1889, al igual que su compañero Medardo Ángel Silva. Las incomodidades del ambiente local, duro para su ambición de manjares vagos, lo empujaron hacia Europa. Provenía de una familia notable y adinerada que contaba como antepasados ​​de los presidentes José María Plácido Caamaño y Diego Noboa. Noboa había aprendido un estilo de escribir y de vivir que provenía del París de los poetas malditos.

Emprendió un viaje nuevamente a Europa para visitar España y Francia. Durante el resto de su vida se vio afectado por una continua neurosis y se volvió adicto a drogas alucinógenas, lo que marcaría su rutina y día a día. A su regreso a Ecuador continuó con su consumo continuo de éter y morfina, lo que le llevaría a la muerte el 7 de diciembre de 1927 en Guayaquil, cuando tenía 38 años de edad. Para entonces estaba escribiendo su segundo libro de poemas titulado La sombra de las alas.

Arturo Borja

Nació en Quito en 1892. Su progenitor, el doctor Luis Felipe Borja Pérez (padre), le condujo consigo a París en 1907 para tratar una enfermedad en su ojo cuando Arturo apenas entraba en la adolescencia. Ahí descubriría Francia por primera vez, así como el opio que sería parte del tratamiento. También aprendería sobre su literatura en autores como Mallarmé, Baudelaire, Verlaine y Rimbaud, Regresaría a Ecuador empapado de ideas francesas que cambiarían la literatura renovándola por lo que lideraría a la juventud de Quito formando un grupo con Humberto Fierro, Ernesto Noboa y Caamaño y Francisco Guarderas.

Cuando tenía veinte años se casó, el 15 de octubre de 1912, con Carmen Rosa Sánchez Destruge, a quien dedicó los poemas 'Por el camino de las quimeras' y 'En el cementerio blanco'. Esto provocó un escándalo dentro de la sociedad ecuatoriana de su época. El primero sostiene que se suicidaría como respuesta al fracaso literario que tendría, sería consecuencia de la poca trascendencia que tendrían sus esfuerzos por renovar la sociedad tradicional ecuatoriana. Esto no duraría mucho, ya que se suicidaría el 13 de noviembre de 1912, un mes después de casarse y cuando apenas contaba 20 años, debido a una sobredosis de morfina.

Humberto Fierro

Humberto Fierro Jarrín (Quito, Ecuador, 17 de junio de 1890 - Quito, 23 de agosto de 1929)​ fue un poeta ecuatoriano perteneciente a la denominada Generación decapitada, compuesta por varios poetas de principios del siglo XX

Humberto Zapata, hijo de tercera generación de una familia adinerada, recibió educación en Quito y Miraflores, Cayambe. Dedicó mucho tiempo a leer y escribir, mientras sus hermanos perseguían aventuras en Europa. Humberto formó parte de la generación modernista y estuvo cercano a artistas como Borja, Noboa y Caamaño, formando parte de la "Generación Decapitada" caracterizada por Raúl Andrade. La muerte lo sorprendió repentinamente el 23 de agosto de 1929, cuando apenas tenía 39 años de edad, dos años después de la muerte de Ernesto Noboa y Caamaño, lo que pondría fin a la generación de poetas decapitados. Las causas de su muerte no están muy definidas, pero se conoce que, dando un paseo por el monte, se cayó bruscamente y perdió la vida, mientras que otros afirman que se suicidó.

EL ALMA EN LOS LABIOS


Autor: Medardo Ángel Silva

Para mi amada

Cuando de nuestro amor la llama apasionada,
dentro de tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.

Porque mi pensamiento lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
lejos de tus pupilas es triste como un niño,
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.

Para envolverte en besos quisiera ser el viento,
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento,
para poder estar más cerca de tu boca.

Vivo de tu palabra y eternamente espero,
llamarte mía como quien espera un tesoro.
Lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero,
y besando tus cartas ingenuamente lloro.

Perdona que no tenga palabras con que pueda,
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda,
rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda,
dejar mi palpitante corazón que te adora

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